Actualmente está muy a la orden del día hablar de los
efectos negativos que tiene en nuestra salud el consumo de tabaco, para no
extenderme mucho en este aspecto, ya que se puede consultar en diversos enlaces
de internet que os dejaré abajo, así que me limitaré a compartir con vosotros está
posible relación que ya cuenta con un gran número de estudios a favor y que se
sigue investigando sobre ello.
Una vez dicho esto, una idea muy extendida es “fumo porque
me relaja”, “cuando no fumo me pongo muy nervioso”
La Teoría más extendida en este momento para explicar la
relación entre dificultades en la gestión emocional (ansiedad o depresión
principalmente) y el consumo de tabaco, es la de los autores Leventhal y
Zvolensky. Ellos proponen que entre el consumo de tabaco y las dificultades
emocionales se encuentran 3 factores, uno de ellos es la sensibilidad a la
ansiedad.
Según la cual aquellas personas que tengan mayor nivel en
este factor obtendrán un beneficio o
refuerzo mayor al fumar, y por lo tanto será más probable que fumen.
¿Cómo saber si una persona tiene una alta sensibilidad a la
ansiedad?
Estas personas tienden a malinterpretar las sensaciones que
provoca la ansiedad, percibiéndolas como amenazantes. Relacionan mentalmente
las “sensaciones físicas Desagradables” con “malo/peligroso”. Lo que tiene como
consecuencia aumentar la ansiedad que se siente inicialmente y generar rechazo
o aversión hacia estas sensaciones corporales.
¿Por qué es importante esto?
Porque al final estamos utilizando una herramienta (el
tabaco) para reducir el malestar emocional, cuando en realidad la consecuencia
a largo plazo es que atribuirle al tabaco esta función lo que hace es aumentarnos
la ansiedad y la dependencia a esta “herramienta”, es decir, cada vez que se
nos presente una situación estresante es probable que utilicemos el “comodín” o
alivio del tabaco a corto plazo, mientras que a largo plazo puede generarse una
dificultad emocional mayor.
Para terminar me gustaría recalcar un mito que suele girar con respecto a este tema es “el tabaco relaja”:
·
El tabaco no relaja, cuando ya tenemos llevamos
fumando algún tiempo se genera una dependencia física a los cigarrillos, es
decir, nuestro cuerpo nos pide que sigamos metiendo esa sustancia en el cuerpo
con sensaciones similares a la ansiedad, que son conocidos como síndrome de
abstinencia. Lo que ocurre es que cuando fumamos esta ansiedad desaparece, pero
no es una ansiedad que existiera antes de empezar a fumar sino una que a parece
a consecuencia de ello.
·
Por otro lado como decíamos arriba, el
interpretar las sensaciones físicas de la ansiedad como peligrosas la aumenta,
si aprendemos que esto se puede calmar con tabaco, recurriremos a él cuando nos
sintamos ansiosos.
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