Piensa
en la última vez que jugaste, ¿lo recuerdas o fue tanto tiempo que ya lo has
olvidado? En algún momento los adultos perdimos el derecho a jugar y a pasarlo
bien. Ese placer que te ofrece hacer cosas que te gustan por el simple hecho de
que te gustan.
¿Jugar podría ayudarnos en
nuestra lucha contra los estresores del día a día? La respuesta es sí.
Las consecuencias de sufrir
altos niveles de estrés son más o menos reconocidas por todos: fatiga,
debilidad, dolor muscular, problemas de sueño, depresión, irritabilidad, son
algunos síntomas de una larga lista.
La Asociación Americana de
Psicología señala que las actividades placenteras, realizadas durante el tiempo
de ocio, actúan como un factor de protección para nuestra salud. Algunos de los
beneficios que nos pueden aportar son la relajación, el apoyo en el manejo de
las emociones, y nos proporcionan un espacio y tiempo de escape.
Además, realizar actividades
placenteras en nuestro tiempo libre permite que nos distanciemos de nuestros
problemas ya sea porque nos distrae de esos pensamientos o por las sensaciones
positivas que nos genera la propia actividad. El distanciamiento de los
problemas provoca que nos enfrentemos a los mismos de una forma más positiva y
optimista, y seamos capaces de generar nuevas formas de solución. Las
actividades placenteras por tanto pueden suponer un alivio de las
preocupaciones ya que nos permiten centrar nuestra atención en estímulos que
nos resultan agradables, siento esto incompatible con los estados de estrés.
Por lo tanto, no dejemos el
juego solo para los niños. Aprendamos de ellos y disfrutemos de las cosas que nos
han hecho feliz desde pequeños.
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