lunes, 20 de febrero de 2017

¿Sentimos diferente según el idioma en que pensemos?

Esto mismo se preguntó Jessica Pérez-Luzardo en un artículo que publicó en 2016, más concretamente quiso comprobar si el bilingüismo y biculturalismo influyen en la forma en que las personas perciben el mundo, y por tanto en su forma de pensar, yendo más allá se plantean si esto influye también en la identidad.
Esto tendría sentido desde el punto de vista psicológico que entiende los pensamientos como el dialogo interno, es decir aquellas cosas que nos decimos a nosotros mismos.
Un ejemplo de esto es lo que ocurrió en el estudio de la estadounidense Susan M. Ervin-Tripp (1973) en el que a preguntarle a una mujer japonesa-americana que imagen mental le surgía al ver una fotografía de una mujer sentada en el suelo apoyando la cabeza en un sofá, la respuesta que dio en inglés (mujer que ha terminado su trabajo de costura) fue totalmente distinta a la que dio en japonés (mujer que está pensando en suicidarse porque ha perdido a su prometido).
Todo esto también está influido por cómo se conciben las distintas emociones en cada cultura, por ejemplo lo que en inglés y español se llama envidia, y está considerada como una emoción “negativa”, en el chino está visto como un sinónimo de admiración y por lo tanto es visto como positivo.
Estas ideas difieren de la teoría más extendida ahora mismo consistente en que hay emociones universales y por lo tanto en las diferentes culturas se sienten de forma similar. Aquí es donde me parece importante destacar la diferencia entre emociones y sentimientos, de la que hablamos en una futura entrada del blog.
¿Qué explicación le han dado distintos autores a estos resultados curiosos?
La principal es que almacenamos en nuestra memoria cada idioma por separado, es decir, tenemos un “almacén” para cada lengua, y por lo tanto las personas bilingües tendrían un mismo concepto asociado a dos palabras distintas (una en cada idioma), y a cada una de estas palabras unas experiencias concretas. Por ejemplo, si tengo una abuela alemana con la que siempre veo películas antiguas y que me trata con mucho cariño, y otra abuela americana con la cual tengo menos relación y me trata de forma más fría. Cuando vea una película antigua o sienta cariño es probable que me venga a la cabeza la palabra  “Oma” o “Groβmutter”  (abuela en alemán), en cambio si pienso en la palabra “grandmother” me venga una imagen mental o una sensación más fría, aunque ambas palabras representen el mismo concepto. Esto ocurre porque recordamos las experiencias en el idioma en el que nos ocurrieron.

 

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